En Paz - Amado Nervo

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Comentarios

  1. Quisiera decir frases maravillosas dignas de ti, de tus oídos, de tus ojos y tu cerebro. No creo poder hacerlo, son muchas las sensaciones que tengo en medio de tu ausencia. Madre mía, mamu, viejis, viejita linda, como quisiera poder llamarte, hablar contigo, reírnos, comentar tus libros de Ken Follett, de Bolaño, o Padura, pero no es posible. Parece que en la distancia escucho algún tango, y corro a tu habitación a decirte: “escucha… Volver con Carlos Gardel o quizás es Nada con Julio Sosa”. Pero no estás, ya no puedes alegrarte conmigo, quizás lo haces sola, y yo también me sonreiré, buscando tu aprobación en la oscuridad del jardín, en medio de los cardenales, o en la mirada de tu “gatidas”.
    Vieja querida, este espacio es para escribirte, para llorar, emocionarse, volver a la niñez, recordar tus manos sirviendo la taza de leche con las tostadas, regresar de la universidad y tomar tecito contigo, un pan con palta, junto a ti, lo mejor.
    Ahora solo hay silencio, tengo que acostumbrarme a eso, ya no estás en las reuniones familiares, no te vas a enojar cuando pierdas en los naipes, no vas a retarnos por las burlas cuando te duermes en mitad de una película. Ahora digo tus mismas frases, a veces hago la carne al jugo como la hacías tú, tengo las mismas aprensiones con mis hijas, siento un vacío inmenso en mi vida, un dolor que no se quita con nada, creo que es mi corazón extrañándote, sufriendo en silencio, mirando las estrellas que seguramente te acompañan.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es muy bonito lo que pones, Mami. Creo que la Mamu estaría muy orgullosa de ti, de ver que finalmente dejas ver al mundo tu talento para la escritura en algo tan bonito y noble como honrarla.
      El vacío de la muerte de un padre/madre probablemente no se llena nunca, pero después del eterno dolor siempre volverán a brillar esos momentos de risas y alegrías junto a quien ya no está. No sólo eso, sino que también se empezará a notar de que no hay un silencio ante la ausencia de la Mamu, sino que a través de sus frases, anécdotas, cariños; todo el legado que nos dejó, ella habla a través de nosotros, a través de cada parte de ella que vive en quienes la conocieron.
      Ojalá el tiempo nos trate con cariño y nos ayude a que la ausencia no nos duela tanto como ahora.

      Eliminar
    2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

      Eliminar
  2. Mi vieja querida, hoy se celebraba el día de la mujer. Me habría gustado celebrar juntas, con las anécdotas de la marcha, una copa de vino, y los típicos chistes.
    Pensaba en regalarte algo, algo que te encantaba, que siempre te gustó recitar. Para ti mamu, este poema de Neruda, uno de tus favoritos, Farewell.

    Desde el fondo de ti, y arrodillado,
    un niño triste, como yo, nos mira.
    Por esa vida que arderá en sus venas
    tendrían que amarrarse nuestras vidas.

    Por esas manos, hijas de tus manos,
    tendrían que matar las manos mías.
    Por sus ojos abiertos en la tierra
    veré en los tuyos lágrimas un día.

    Yo no lo quiero, Amada.
    Para que nada nos amarre
    que no nos una nada.

    Ni la palabra que aromó tu boca,
    ni lo que no dijeron las palabras.
    Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
    ni tus sollozos junto a la ventana.

    (Amo el amor de los marineros
    que besan y se van.
    Dejan una promesa.
    No vuelven nunca más.

    En cada puerto una mujer espera:
    los marineros besan y se van.
    Una noche se acuestan con la muerte
    en el lecho del mar).

    Amor el amor que se reparte
    en besos, lecho y pan.
    Amor que puede ser eterno
    y puede ser fugaz.

    Amor que quiere libertarse
    para volver a amar.
    Amor divinizado que se acerca
    Amor divinizado que se va.

    Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
    ya no se endulzará junto a ti mi dolor.
    Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
    y hacia donde camines llevarás mi dolor.

    Fui tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos
    un recodo en la ruta donde el amor pasó.
    Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame,
    del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.

    Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
    Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.
    ...Desde tu corazón me dice adiós un niño.
    Y yo le digo adiós.

    ResponderEliminar
  3. NOCTURNO

    Padre Nuestro que estás en los cielos,
    ¡por qué te has olvidado de mí!
    Te acordaste del fruto en febrero,
    al llagarse su pulpa rubí.
    ¡Llevo abierto también mi costado,
    y no quieres mirar hacia mí!

    Te acordaste del negro racimo,
    y lo diste al lagar carmesí;
    y aventaste las hojas del álamo,
    con tu aliento, en el aire sutil.
    ¡Y en el ancho lagar de la muerte
    aun no quieres mi pecho oprimir!

    Caminando vi abrir las violetas;
    el falerno del viento bebí,
    y he bajado, amarillos mis párpados,
    por no ver más enero ni abril.

    Y he apretado la boca, anegada
    de la estrofa que no he de exprimir.
    ¡Has herido la nube de otoño
    y no quieres volverte hacia mí!

    Me vendió el que besó mi mejilla;
    me negó por la túnica ruin.
    Yo en mis versos el rostro con sangre,
    como Tú sobre el paño, le di.
    Y en mi noche del Huerto, me han sido
    Juan cobarde y el Ángel hostil.

    Ha venido el cansancio infinito
    a clavarse en mis ojos, al fin:
    el cansancio del día que muere
    y el del alba que debe venir;
    ¡el cansancio del cielo de estaño
    y el cansancio del cielo de añil!

    Ahora suelto la mártir sandalia
    y las trenzas pidiendo dormir.
    Y perdida en la noche, levanto
    el clamor aprendido de Ti:
    ¡Padre Nuestro que estás en los cielos,
    por qué te has olvidado de mí!


    Este poema de Gabriela Mistral era otro de tus preferidos. Le pediste a Antonia que lo copiara y lo pusiera en tu habitación, para poder leerlo siempre.

    ResponderEliminar
  4. Como todos los días, uso tu cuchillo de cocina . Comienzo a picar los ajos como tu me enseñaste. Eso se pica “finito”, no deben ser pedazos enormes, tampoco la cebolla debe quedar en cuadros muy grandes. Hay que freír la cebolla en su propia agua, una vez que se ha secado, puedes agregar el aceite. Solo así será más sabrosa. El apio debe quedar sin hilos, sino es muy desagradable al comer. En mi cabeza viven miles de indicaciones de mi madre, para eso, ella había gastado mucha de su energía en que se entendiera que cocinar es una expresión de amor. Recién ahora lo comprendo y siento el gusto por cocinar, ahora estamos más cerca, cuando me dicen que la carne al jugo quedó deliciosa, o se repiten el budín de zapallo italiano. En todas las comidas estás con nosotras, en nuestros corazones, en nuestro estómago, en el rico olor de la cocina, querida viejita, eres nuestra guía en las cosas más sencillas, que eran tu esencia, el amor que ponías cada día en los detalles de la ensalada, de los guisos, tu cariño es lo que inunda nuestro hogar y nuestras vidas.

    ResponderEliminar
  5. Siempre me recitabas este poema.

    Ven para acá, me dijo dulcemente
    Mi madre cierto día.
    Aun parece que escucho en el ambiente
    De su voz la dulce melodía.
    Ven y dime que causas tan extrañas
    te arrancan esa lágrima, hijo mío,
    que cuelga de tus trémulas pestañas
    como gota cuajada de rocío.

    Tu tienes una pena y me la ocultas;
    ¿ No sabes que la madre más sencilla
    sabe leer en el alma de sus hijos
    como tú en la cartilla ?

    ¿ Quieres que te adivine lo que sientes?,
    ven para acá pilluelo,
    que con un par de besos en la frente
    disiparé las nubes de tu cielo.

    Yo prorrumpí a llorar...nada, le dije,
    La causa de mis lagrimas ignoro,
    Pero de vez en cuando se me oprime
    El corazón, y lloro....

    Ella inclino la frente pensativa,
    Se turbó su pupila,
    Y enjugando sus ojos y los míos
    Me dijo más tranquila;

    Llama siempre a tu madre cuando sufras,
    que vendrá, muerta o viva,
    si esta en el mundo, a compartir tus penas,
    y si no a consolarte desde arriba.

    Y lo hago así cuando la suerte ruda,
    Como hoy, perturba de mi hogar la calma,
    Invoco el nombre de mi madre amada,
    Y entonces siento que se ensancha el alma.

    Olegario V. Andrade

    ResponderEliminar
  6. Hoy se cumplen 5 meses desde que nos dejaste. Encontré este poema, para tí.

    Si tienes una madre todavía,
    da gracias al Señor que te ama tanto,
    que no todo mortal contar podría,
    dicha tan grande ni placer tan santo.
    Si tienes una madre...sé tan bueno
    que ha de cuidar tu amor su paz sabrosa,
    pues la que un día te llevo en su seno
    siguió sufriendo y se creyó dichosa.
    Veló de noche y trabajó de día
    leves las horas en su afán pasaban,
    un cantar de sus labios te dormía,
    y al despertar sus labios te besaban.
    Enfermo y triste, te salvó su anhelo
    que sólo el llanto por su bien querido
    milagros supo arrebatar al cielo,
    cuando ya el mundo te creyó perdido.
    Ella puso en tu boca la dulzura
    de la oración primera balbucida
    y plegando tus manos en ternura,
    te enseñaba la ciencia de la vida.
    Si acaso sigues por la senda aquella
    que va segura a tu feliz destino,
    herencia santa de la madre es ella,
    tu madre sola te enseñó el camino.
    Mas si al cielo se fue...y en tus amores
    ya no la harás feliz sobre la tierra,
    deposita el recuerdo de tus flores
    sobre la fría losa que la encierra.
    Es tan santa la tumba de una madre,
    que no hay al corazón lugar más santo;
    cuando espina cruel tu alma taladre,
    ve a derramar, allí, tu triste llanto!
    Heinrich Neuman

    ResponderEliminar
  7. Semana Santa en Mirasol

    Me parece verte buscando una iglesia donde habrá vía crucis. Te bajas en el centro de Algarrobo y lees un letrero en la puerta de la capilla. Vuelves con cara de decepción, “aquí no harán el vía crucis”, nosotras respiramos aliviadas, quizás este año no habrá. Siempre era igual, hasta que encontrabas un lugar en el cual se realizaba el sagrado ritual. A veces te acompañábamos, siempre iba Anastasia contigo, desde pequeña, como cuando guiaba como un “zombi” al sacerdote de la villa Macul. Ella parecía extasiada con aquella marcha de sacerdotes y monaguillos, en la oscuridad, con el deambular de una estación a otra.
    No era la misma sensación que para Antonia y Violeta. Ambas miraban desde lejos ese espectáculo. Estando en Mirasol, era preferible disfrutar la noche jugando con los naipes u otro juego, en lugar de seguir una triste procesión del pueblo.
    No importa, todo sea por acompañar a la abuela. Ella nos decía frases alentadoras al terminar el recorrido. “Que bueno que vinieron”, “el tatita Dios las va a querer mucho más”.
    Las miradas de incredulidad y de ironía eran acostumbradas, a lo que ella respondía: “volvamos a la casa a tomar once porque deben tener frío con la caminata”. Era el momento más esperado por todas nosotras, casi podíamos correr de vuelta a la casa, sabiendo que nos esperaba una deliciosa mesa con te, café, pan fresco, queso y algún dulce chileno. Después de comer, era inmediato el recoger todo para iniciar un juego que podría extenderse hasta la madrugada. Solo el silencio de la noche y el ruido de las olas podían mezclarse con las risas que se escapaban de esa mesa, de ese maravilloso y lúdico encuentro.
    El domingo en la mañana, era siempre igual, te levantabas muy temprano y comenzabas a peinar tu cabello y a contar las campanadas de la iglesia. Una.. dos.. y ..tres….ya es la hora, <>. La casa quedaba en silencio, y sabíamos que, gracias a eso, era posible dormir unos minutos más, hasta tu regreso. Luego habría que preparar rápidamente la mesa para el desayuno y parecer “despiertas”. Llegabas siempre contenta, con tu ropa de colores muy claros, habías comprado pan para el desayuno, el diario y alguna que otra cosa que vendían en la entrada de la iglesia, a veces miel, otras veces mermelada casera y siempre relatabas en la conversación, alguna situación novedosa que había ocurrido en la misa. Invariablemente la iniciabas así: “La iglesia estaba llena de gente, muchas familias con sus hijos, pequeños y grandes, todos juntos, cantando, rezando, bañados y peinados”, luego nos mirabas con un leve gesto de crítica. Nosotras calladas comenzábamos a comer y reír sabiendo que no nos parecíamos en lo más mínimo a todas esas familias muy “ordenadas” en la iglesia. Como siempre, solo estábamos con nuestros pijamas, el olor a tostadas mezclado con huevos revueltos y jugo de naranja, nuestro cabello muy desordenado y nuestra alegría de estar juntas.

    ResponderEliminar
  8. La Noche
    Hay una luna hermosa, de una forma extraña, no la sabría dibujar. Alguien me dice que puedo pedirle un deseo a la luna, ¿será verdad? Le pediré volver a conversar contigo, un rato nada más, los temas son muchos y ya nadie quiere hablar conmigo, las películas nuevas son las que te gustarían, estoy segura, es doloroso no poder comentarlas contigo. Hay libros de filosofía y poesía que abundan en el librero, y parecieran caerse de nostalgia, esperando que tú los puedas leer. Tus ojos ya no se asombrarán con cada idea del autor, no iras rápido en la lectura como lo hacías siempre, ahora podré alcanzarte con mi paso cansino. ¿Quieres que volvamos el tiempo atrás? Al viaje en la carretera austral, en mitad de la noche en los palafitos de Castro, tu mirabas el cielo y disfrutabas la lluvia de estrellas. “Me gusta estar aquí, es maravilloso, no me imagina este sur”, el frío silencio de Puerto Tranquilo te hizo feliz por un instante, olvidando los recuerdos amargos de tu vida, el amor infiel, el egoísmo, la ausencia de los incondicionales, las carencias de la niñez. Me parece escucharte “ Ahora todo quedó atrás, puedo volver a reír, sentir mi pelo al viento, casi puedo volar”.
    Parecías una niña con tu sonrisa intacta, recuperada de una gran cicatriz, la de la vida.

    ResponderEliminar
  9. Tus manos
    Pensaba en tus manos, con tus dedos finos y huesudos, siempre con anillos, grandes o pequeños, no importaba, tampoco el metal, a veces plata, níquel, alpaca, u otro que recordara alguna ocasión. “Este me lo regaló Claudia en Sevilla, y aquel lo compré en la feria artesanal de Angelmó”. Todos tenían un recuerdo tras su forma, y un significado. Con el tiempo y la artritis algunos de tus dedos cambiaron, ya no eran bellos, no te gustaba la forma que adquirieron, parecían tener un desorden contrario a la estética y sentías vergüenza de ellos, y eso te hacía esconderlos. No importaba, yo pensaba que eran hermosas tus manos, similares a las de una pianista, que no encontró en su destino el instrumento que las hiciera brillar. Esas manos eran capaces de escribir tiernas poesías, coser maravillosos vestidos y blusas cuando no había dinero para comprarlas, tejer infinidad de botines de bebés y chalecos con los colores que tu querías reunir, juntando el cariño a las hebras de la lana, también podían cocinar los mejores postres en los días domingo, el flan en la olla con un delicioso caramelo de azúcar. Tus manos podían acariciar con ternura a todo ser que se te aproximara. Recuerdo cuando era pequeña, te miraba con admiración en Rapel, tus manos tocando la guitarra, cantando feliz esa canción “… para olvidarme de ti voy a cultivar la tierra”.
    Ya no están, solo quedan reminiscencias de cuando tu piel parecía transparente, todo era distinto, el color violáceo de la falange, la delgadez, el cambio en las articulaciones, los cartílagos. Habían perdido su firmeza, ya no podían cobijar a nadie, sostener nada, ahora ellas necesitaban de la ternura y cuidados que habían esparcido por el mundo.
    Miro el oxímetro y no veo tus manos, antes parecían unidos uno y otro. Siempre apresurabas la misma pregunta, ¿dime cuanto mide?
    Ya no importa.

    ResponderEliminar
  10. Querida Mamu, hoy se cumplen 6 meses desde que te fuiste. Solo puedo llorar, pensar en ti, reírnos de tus frases famosas, extrañarte, y regalarte esta canción de Silvio que te encantaba.

    A dónde van las palabras que no se quedaron
    A dónde van las miradas que un día partieron
    Acaso flotan eternas
    Como prisioneras de un ventarrón
    O se acurrucan entre las rendijas
    Buscando calor

    Acaso ruedan sobre los cristales
    Cual gotas de lluvia que quieren pasar
    Acaso nunca vuelven a ser algo
    Acaso se van
    Y a dónde van?
    A dónde van?

    En que estarán convertidos mis viejos zapatos
    A dónde fueron a dar tantas hojas de un árbol
    Por dónde están las angustias
    Que desde tus ojos soltaron por mí
    A dónde fueron mis palabras sucias
    De sangre de abril

    A dónde van ahora mismo estos cuerpos
    Que no puedo nunca dejar de alumbrar
    Acaso nunca vuelven a ser algo
    Acaso se van
    Y a dónde van?
    A dónde van?

    A dónde va lo común, lo de todos los días
    El descalzarse en la puerta
    La mano amiga
    A dónde va la sorpresa
    Casi cotidiana del atardecer
    A dónde va el mantel de la mesa
    El café de ayer

    A dónde van los pequeños
    Terribles encantos que tiene el hogar
    Acaso nunca vuelven a ser algo
    Acaso se van
    Y adónde van?
    A dónde van?
    Y adónde van?
    A dónde van?

    ResponderEliminar
  11. El día de la madre
    Corría velozmente por el patio del colegio cuando todavía sonaba la campana que indicaba la salida. Los zapatos insistían en “comerse” los calcetines en el talón, y cada pocos pasos debía subirlos para no quedar con el calcetín arrugado dentro del calzado. El ripio del jardín hacia lo suyo, ingresando insistentemente por el costado de los gastados zapatos, generando una ansiosa incomodidad. No puedo apurarme más, se me caerá el regalo que tanto trabajo me había costado, tampoco debo cubrirlo, hasta que la pintura se haya secado.
    -“Se te quedaron los pinceles en el lavadero” le gritó desde la ventana Amelia, su compañera de banco.
    -“Guárdamelos, por favor, necesito llegar pronto a mi casa”.
    Violeta apuraba el paso para llegar a casa antes que lo hiciera su madre. Calculando la hora de llegada, tendría alrededor de 15 minutos de ventaja, para preparar la mesa y colocar el regalo en el puesto de su madre.
    “Espero que le guste”, pensaba. Era un hermoso jarro de greda para poner los lápices, coronado por suaves líneas de colores que imitaban los dibujos incas. Violeta no dibujaba bien, y su facilidad para los trabajos manuales era escasa comparada con la de su hermano Alejandro. Desde la época de los collares de fideos pintados, recordaba las burlas de sus hermanos por cada manualidad que ella realizaba. En esta ocasión ella optó por imitar esos diseños, sin cuestionarse el resultado, solo esperando ver la sonrisa en la cara de su madre.
    Violeta sabía que su mamá llegaría cansada después de sus clases en la universidad, que atravesaba toda la ciudad arriba de una micro, imaginando con emoción, los rostros de alegría de sus pequeños hijos al verla llegar.
    De pronto se escucha la cerradura de la puerta de entrada.
    -“¿Madre? ¿eres tú?
    - “Si, ya llegué”. Se acercaba a su pequeña Violeta, y en un gran abrazo le preguntaba como le había ido en el colegio.
    Luego llegaban corriendo sus hermanos mayores, y todos gritaban a coro: “Feliz día mamá”.
    El rostro de felicidad de su madre era lo mejor del día, verla contemplando su regalo y preguntando como había logrado hacer esa maravilla. ¿dónde compraste ese jarro? ¿cómo elegiste ese dibujo tan lindo? Era el mejor cuestionario que podía existir, las respuestas venían una tras otra, junto con las risas y el cariño. “Almorcemos” decía ella, me cuentan que aprendieron hoy, y yo les relataré lo que ocurrió en mi sala de clases, lo que nos dijo el profesor de física, y lo que me pasó en la micro.
    Con los años siempre estuvimos juntas para celebrar el día de la madre, recuerdo bien que con Claudia te esmeraste en preparar un gran almuerzo el primer día de la madre en que yo era la festejada. Pude darme cuenta de lo importante que es tener ese honor en la vida, y tu me lo hiciste sentir.
    Solo una vez nos separamos para el día de la madre, quedaste cuidando a las niñas, y yo cumplí con mi gran sueño de volar hacia La Habana a conocer a Silvio Rodríguez.
    Parece tan lejano todo aquello, recuerdo tu voz y siento tu perfume a veces, cierro los ojos y siento que volveré a verte entrar a mi casa, buscarás a las niñas con la mirada, repasarás el orden de la mesa y me dirás: “por fin llegué, que bueno que celebraremos juntas este día”.

    ResponderEliminar
  12. Hoy se cumplen 10 meses de tu ausencia, el dolor es a ratos insoportable. Quisiera conversar contigo, tomar tus manos, reírnos como tantas veces.
    Madre mía. ¿porqué me abandonaste? me siento desolada sin ti.
    Debo seguir viviendo con esta pena, buscándote en cada calle, en los bancos de la plaza, en el negocio de la esquina, vas a llegar corriendo como siempre, quizás a comprar el pan, para preparar algo rico para la hora del té. Esperándome.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario